sábado, 29 de diciembre de 2012

¿Sabiduría convencional o premeditación?


Decía Galbraith en su gran libro “la sociedad opulenta” que en todas las épocas existen unas ideas que gozan ampliamente de aceptación sobre cuestiones sociales, y afirmaba que “El enemigo de la sabiduría convencional no son las ideas, sino la marcha de los acontecimientos”, esto es algo que puede corroborarse viendo el largo proceso de aceptación que tuvo que pasar la teoría de Adam Smith hasta su acogimiento, así como la desconfianza contra sindicatos, seguros sociales y legislación social durante el s.XIX y, como ocurrió tras la Gran Depresión, con las propuestas de Keynes sobre la imprudencia de mantener un presupuesto equilibrado en tiempos de crisis, algo de lo que dudo que se pueda aplicar a la situación actual.

Durante la Gran Depresión, con recursos humanos y materiales desocupados en masa, la caída de la inversión y del consumo público y privado, un presupuesto equilibrado equivalía a mayores tipos impositivos y a una reducción del gasto público. Sobre esta situación señalaba Galbraith en 1958 “Contemplado retrospectivamente, sería difícil imaginar un proyecto mejor para reducir la demanda de bienes, tanto privada como pública, agravar la deflación, incrementar el paro y contribuir al sufrimiento general. El presidente Hoover lo llamó, a comienzos de 1930 una <<necesidad absoluta>>, <<el factor más esencial para la recuperación económica>>, <<el inmediato e imperativo paso>>, <<indispensable>>, <<la primera necesidad de la nación>> y <<el fundamento de toda estabilidad financiera pública y privada>>. Los economistas y los observadores profesionales de los problemas públicos estuvieron de acuerdo en esto, casi sin excepción”. Galbraith culpa de la insistencia en estas medidas destinadas a empeorar las cosas a la sabiduría convencional, pues tanto liberales como conservadores estaban de acuerdo en estos principios generales, incluso Franklin D. Roosvelt, el hombre que pasó a la historia por llevar a cabo lo que se conoce como “New Deal”, que reformó y dinamizó la economía estadounidense, fue elegido en 1932 por haberse sometido al abrumador compromiso de reducir los gastos y obtener un presupuesto equilibrado, creencias que no pudieron sobrevivir al completo colapso.

Ahora bien, ¿qué ha pasado con la principal enseñanza que nos dejaron los dramáticos años de la Gran depresión que comenzó en 1929? Los éxitos de la revolución keynesiana han sido apartados de la “sabiduría convencional” actual, todo parece indicar que deliberadamente, por los altos estamentos que ostentan el poder y que vuelven a predicar e insistir de forma casi religiosa, la necesidad de un presupuesto equilibrado para enfrentarse a una situación con unos síntomas similares a los de entonces, con la inestimable colaboración de quienes Hyman Minsky denominó en un ensayo titulado "ética y capitalismo" como economistas racionales egoístas, o, como analiza Eric Hobsbawm en su obra “sobre la historia”, por partidismo.
Se preguntarán ¿qué ganan las élites empresariales, financieras y políticas llevando a la miseria a sus países? Vamos a analizar brevemente y sin entrar en detalles, qué es lo que está ocurriendo. 

Antes de la crisis, la deuda tapaba no solo la debilidad de la economía española con un modelo de crecimiento insostenible en el tiempo, sino también la creciente desigualdad social que se escondía tras una riqueza artificial que, una vez se cortó el grifo del crédito procedente del exterior, quedó al descubierto de forma dramática. 

Por otro lado, el oligopolio existente en la mayor parte de los sectores estratégicos ya era una realidad antes de que estallase la actual crisis, como por ejemplo en el sector energético. La crisis actual está ayudando a la implantación de oligopolios en otros sectores que estaban algo dispersos, eliminando la competencia que había logrado sobrevivir a un entorno cada vez más dificil debido a la mala posición en la que se encuentran las PYMES ante la competencia global. El cierre de cientos de miles de empresas ilíquidas (que no insolventes) por falta de financiación no solo ha ayudado y ayuda a las grandes empresas a eliminar  a sus competidores y con ello aumentar su control del mercado, sino que con el enorme aumento del desempleo al que hemos asistido desde 2008, presionan para que se eliminen todo tipo de derechos laborales de los trabajadores. Si ya el trabajador tenía poca voz con la liberalización del capital que dió a las empresas el argumento de la deslocalización de sus actividades para chantajearles en sus legítimas demandas gracias a la existencia de un mercado global con distintas reglas de juego para los participantes en los terrenos de fiscalidad, legislación laboral y ambiental, principalmente, la nueva reforma laboral les ha quitado la voz que les quedaba, lo que ha sido un gran golpe a los sindicatos, más allá de la vaga función de defensa del trabajador que han demostrado hasta hoy por su dependencia y complicidad con el gobierno, motivo por el que necesiten una urgente reforma.

El caso más sangrante para muchos ciudadanos es el del sector bancario, que ocupa un papel central en nuestra crisis. El mercado bancario español era mayoritariamente controlado por las cajas, gestionadas por políticos y sindicatos, que se encargaron de alimentar la burbuja inmobiliaria haciendo de intermediarios yendo a buscar el crédito a los mercados financieros internacionales para dárselo a familias y empresas. El FROB en su programa de reestructuración y capitalización de las cajas ha impulsado la concentración del sector, pasando de 45 cajas en 2009, a las 11 que quedan actualmente. Hubo muchos que se enriquecieron mientras formaban un agujero enorme en las cuentas de sus entidades, lo paradójico es que haya quienes sigan haciéndolo cuando las entidades son “rescatadas” por el gobierno debido a su pésima gestión y siendo galardonados por ello con incrementos en sus bonificaciones o con indemnizaciones multimillonarias. Si el destino de este dinero público, que es de todos los ciudadanos, ya es inaceptable, lo es más ver como estas mismas entidades que reciben dinero público dejan sin techo a multitud de familias, la mayoría de las cuales han dejado de pagar la hipoteca al ser despedidos y carecer de ingresos. ¿qué clase de sociedad permite rescatar bancos y dejar desprotegidas a las personas? Pese a la enorme inyección de capital público en estas entidades, las restricciones de acceso al crédito continuan. El último invento del gobierno, el banco malo o SAREB, cuya gestión de activos permite a las cajas desprenderse de su stock de viviendas a un precio superior al del mercado, parece ser más que una solución, una trampa para que el gobierno español no se apunte en sus cuentas la nueva inyección de capital, que pasaría a engordar el déficit.

En cuanto a los efectos en el presupuesto estatal, la caída del consumo privado motivada por el elevado desempleo, la escasa inversión y la incertidumbre en que nos encontramos lleva a una caída de los ingresos del Estado, agravada por la subida de impuestos a las clases medias y bajas cuya renta procede mayormente del trabajo y están ligados al territorio, lo que disminuye aún más su capacidad de consumo. El déficit sigue adelante y la deuda engordando. Mientras tanto las enormes cantidades de dinero evadido por ricos y grandes empresas sigue “oculto” en paraísos fiscales, estos ingresos que deja de percibir el Estado atacan la sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar, además de no contribuir a la financiación de tales gastos en los servicios públicos, nos perjudican a todos de dos formas, por un lado ingentes cantidades de este dinero se dedican a pagar a lobbies que intermedien entre ellos y el gobierno para todo tipo de medidas que les beneficien, incluida la privatización de servicios como la educación y la sanidad que les aportarían jugosos beneficios, y por el otro, especulando con nuestra deuda en busca de una elevada rentabilidad jugando con la prima de riesgo, que es un indicador de nuestra solvencia.

Por último, una pequeña mención a la balanza comercial, ya que en los últimos días nos han colado como un éxito de las medidas llevadas a cabo por el gobierno en este último año que la balanza comercial de nuestro país se haya equilibrado, algo que es cierto, pero falta señalar que ha sido principalmente por la caída de las importaciones, al caer el consumo privado.
 

¿Por qué permiten los políticos tales medidas beneficiosas para unos pocos y destructivas para el resto? Parece ser que la puerta giratoria existente entre sector público y sector privado, con multitud de expolíticos que pasan a engrosar las plantillas de directivos de grandes empresas, como podemos ver en los consejos de las empresas del IBEX, supone para ellos un mayor incentivo que una buena gestión en el gobierno. Y todo esto sin hablar de la corrupción generalizada y las redes clientelares dentro de la casta política a nivel nacional, regional y local, tema que daría para varios libros.


A pesar de la complejidad y la dificultad para abordar las relaciones económicas y sociales, a través de un análisis superficial, sin necesidad de tecnicismos, sobre los efectos producidos en los cimientos y la sostenibilidad del Estado de Bienestar por la vía de la austeridad, las reformas que en nombre de la competitividad se han hecho, y los habituales casos de la simbiosis existente entre políticos y grandes empresas, ¿podrán quienes ocupan posiciones de poder esconderse y esquivar su responsabilidad aludiendo a la sabiduría convencional que señalaba Galbraith? Quizás lo hagan a través de algún arreglo cuando la situación se haga insostenible, algo que parece no estar muy lejos, difícilmente podrían evitar responder por el daño causado a la sociedad ante la explosión de una revolución, pero sin duda, en cuanto a su responsabilidad histórica, los futuros historiadores y científicos sociales que estudien el periodo actual retrospectivamente no le darán un trato tan benévolo a los culpables de tanto sufrimiento innecesario como lo ha hecho Galbraith de los actores de la Gran Depresión.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Austeridad, la miseria de la ideología

Desde 2010, y a pesar de las declaraciones a favor del empleo en las sucesivas reuniones del G20 y otros foros globales, la estrategia política cambió sus prioridades alejándose de la creación y mejora del empleo, y concentrándose, en cambio, en la reducción de los déficits fiscales a toda costa.
En los países europeos, la reducción del déficit fiscal ha sido considerada esencial para calmar a los mercados financieros. El pilar sobre el cual se basa tal teoría es el Pacto de Estabilidad que fuerza a los Estados a tener un déficit público por debajo de un 3% del PIB y una deuda pública inferior al 60%. Pero, incluso en países que no han sufrido los efectos de la crisis, esta estrategia está siendo aplicada por razones preventivas, reduciendo los déficits fiscales para evitar cualquier reacción negativa por parte de los mercados financieros. Este enfoque pretendía preparar el camino para mayores inversiones y crecimiento, junto con déficits fiscales inferiores.

Además de la reducción del gasto público y el aumento de los impuestos, la mayoría de las economías avanzadas han flexibilizado las normas de trabajo y debilitado las instituciones del mercado laboral, y también han sido anunciadas medidas de liberalización. Todas estas medidas están siendo adoptadas con la esperanza de que los mercados financieros reaccionen de manera positiva y así reforzar la confianza, el crecimiento y la creación de empleo. Sin embargo estas expectativas no han sido satisfechas. En los países que aplicaron las políticas de austeridad y de liberalización de forma más decidida, principalmente los países del sur de Europa, el crecimiento económico y el empleo continúan deteriorándose, llegados al punto de que a día de hoy, la Unión Europea en su conjunto está oficialmente en recesión, la segunda desde que comenzó la crisis, un entorno negativo que no se daba desde 2009, en medio de las protestas por las políticas de austeridad que han realizado los gobiernos para tratar de salir de la crisis. La producción económica en la zona euro, compuesta por 17 países, cayó un 0.1% en el tercer trimestre, tras un descenso del 0'2 en el trimestre anterior, arrastrada por los malos resultados de Italia, España y Holanda.

En muchos casos, estas medidas también fracasaron a la hora de estabilizar la situación fiscal. La razón fundamental de estos fracasos es que este tipo de políticas, implementadas en un contexto de perspectivas de demanda limitada y con la complicación adicional de un sistema bancario en medio de su proceso de “desapalancamiento”, no tienen la capacidad de estimular la inversión privada, y la teoría de que la crisis la causa el excesivo crecimiento del gasto público que lleva como solución recortes de gasto público,deprime todavía aún más la economía, y como consecuencia, los ingresos del Estado caen aún más, sin inversiones y con mayores pérdidas de  empleo. Lo paradójico es que la manera negativa en la que ésto afecta a los presupuestos de los gobiernos aumente las exigencias de mayor austeridad, por lo que en este círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo difícilmente podremos ver la salida a la crisis. La realidad es que ha habido pocos progresos en los déficit fiscales de los países que aplicaron enérgicamente las políticas de austeridad, al contrario de resolver los problemas, los están agravando aún más.

En su análisis de las Perspectivas de la Economía Mundial 2012 el FMI ha confesado haberse equivocado en un aspecto fundamental de política económica. En un recuadro del documento, el Fondo se pregunta ¿Estamos subestimando los multiplicadores fiscales a corto plazo? Su respuesta es que, en efecto, los analistas del fondo subestimaron brutalmente el impacto de la política de austeridad fiscal sobre la actividad económica. En el pasado reciente, los modelos del fondo partían del supuesto de que un recorte fiscal equivalente al uno por ciento del PIB provocaría una reducción en la actividad económica de 0.5 por ciento (esto quiere decir que el multiplicador fiscal era equivalente a 0.5). Pero ahora el FMI ha descubierto, con estudios sobre 28 economías, que la austeridad fiscal tiene repercusiones mucho más serias y que el multiplicador es más importante: eso quiere decir que un recorte de un 1% reduce la actividad económica hasta en 1.7%. Es decir, con los nuevos datos es posible concluir que el multiplicador fiscal es tres veces más grande que lo que pensaba el FMI. En realidad, hay numerosos estudios que encuentran que el impacto del recorte fiscal puede  ser hasta diez veces mayor a lo que aceptaba el FMI hace unos meses. Las implicaciones de estos errores son graves. El FMI ha presionado durante los últimos tres años a los gobiernos europeos para que apliquen medidas de austeridad fiscal, igual que hizo con docenas de países subdesarrollados en  las últimas décadas. En especial, el FMI, al igual que el Banco central europeo (BCE) y la Unión Europea, ha exhortado a los gobiernos de Grecia, España, Italia, Portugal e Irlanda a adoptar programas de restricción fiscal con el objeto de recuperar la confianza de los mercados financieros, pero esas medidas sólo han profundizado la recesión.

Se hace patente a día de hoy que recortar el gasto en el actual contexto de depresión solo va a empeorar las cosas, y que un estímulo fiscal ayuda a crear empleo. La vía de impulsar la demanda agregada a través del gasto público tiene importantes defensores como los premios Nóbel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman. Pero, en su mayoría, la discusión actual asume que España debe implementar políticas de ajuste fiscal y reformas en el mercado laboral para poder así salir de la actual crisis y restaurar el crecimiento
económico. De igual manera, se asume que el gobierno no puede recurrir a una política fiscal expansiva y que el BCE no puede asistir a un país en la implementación de una política expansiva, en forma de alivio cuantitativo o “Quantitative Easing” (QE).
Además, en la medida que el euro sea una moneda sobrevaluada para España, dado que sus niveles de productividad son inferiores a los de Alemania o Francia, el ajuste fiscal actual ofrece la posibilidad de una “devaluación interna”.Esto se logra a través de una reducción en los salarios a medida que la economía se contraecomo resultado de políticas procíclicas. Esto resulta difícil o imposible, ya que España no puede bajar sin más salarios y precios un 25%.

Una solución sostenible consiste en un ajuste simétrico en el que Alemania y España se acerquen, como defiende el economista Wolfgang Münchau. Alemania debería expandirse un poco a través de aumentos salariales  y reformas tributarias, estimulando al sector privado a consumir más, a la par que en España el ajuste se compensaría por lo menos en parte, a través de una demanda estable de productos españoles.
Si Alemania sigue comportándose como un país pequeño, saneándose a expensas del resto de la economía mundial, y especialmente de sus socios europeos más débiles, la ruptura de la eurozona parece más que probable, máxime cuando China y Japón siguen una estrategia similar. Los superávits de un país corresponden necesariamente a los déficits de otro, y si Alemania se sigue negando a participar en el ajuste, los inversores internacionales seguirán sin entender cómo Alemania y España pueden coexistir en una Unión Monetaria.

¿Austeridad, economía o ideología? Ideología, sin duda, nada existe en la teoría económica que sustente la decisión de tomar medidas tan destructivas de forma unilateral.